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INFORMACIÓN PRELIMINAR
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La hepatitis es un virus serio que puede atacar el hígado. El hígado es el motor de tu cuerpo. sin él, morirías. Los tipos de virus de la hepatitis más comunes son la hepatitis A, hepatitis B y hepatitis C. La hepatitis D y E son menos comunes. Cada virus es diferente.
A diferencia de la hepatitis A, las hepatitis B y C pueden permanecer en el cuerpo por mucho tiempo, quizás por toda una vida y llegar a causar enfermedades serias del hígado.
Algunos de los tipos de hepatitis se transmiten sexualmente. Y la transmisión dependerá de las diferentes actividades sexuales. La transmisión por sexo es más común en la hepatitis B, pero la hepatitis A y C también pueden transmitirse por contacto sexual.
Cuando la hepatitis daña las células del hígado, se forma piel con cicatrices y esas células ya no pueden funcionar. Con menos células saludables en el hígado, se empiezan a ver síntomas en el cuerpo desde leves (como cansancio) a más severos (como confusión mental).
Con la hepatitis A, la mayoría de niños mayores y adultos desarrollan síntomas. Con la hepatitis B, muchos adultos tienen pocos o ningún síntoma; de ocurrir pueden parecerse a los de la influenza. La mayoría de las personas con la hepatitis C no tienen síntomas.
Los síntomas de la hepatitis, si aparecen, incluyen piel y ojos amarillos, hinchazón o dolor del estómago (panza), debilidad de los músculos, dolor de las coyunturas (“joints” en inglés), salpullidos o artritis, nausea o vómitos, pipí oscuro, pérdida de apetito, fiebre, y cansancio. Algunas veces no hay síntomas visibles pero sí hay pruebas que tu médico te puede hacer para saber si tienes uno de los virus de la hepatitis.
Aunque no hay una cura total para la hepatitis, las pastillas o inyecciones algunas veces pueden tratar los síntomas.
Las hepatitis A y B se previenen con una vacuna. Hoy en día no hay vacunas para las hepatitis C o E. Debido a que la hepatitis D solo infecta a las personas con la hepatitis B, la vacuna para la hepatitis B también previene la hepatitis D.
+INFORMACIÓN
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Hepatitis viral
La hepatitis viral es una enfermedad en la que la función hepática se ve afectada por una infección viral. Hay tres tipos principales: la hepatitis A, la hepatitis B y la hepatitis C. Cada una de estas formas es ocasionada por un virus distinto.
Incidencia y transmisión
La hepatitis A es la forma más común de hepatitis viral en Estados Unidos, seguida en orden de frecuencia por la hepatitis B y la hepatitis C (Centros para el Control de Enfermedades, 2006g). Aunque los tres tipos se pueden transmitir por contacto sexual, los A y B tienen más probabilidades de transmisión sexual que el tipo C. La hepatitis B se contagia con más frecuencia mediante actividad sexual que la hepatitis A. En Estados Unidos, la mayoría de las infecciones de hepatitis B se originan por esta vía (Centros para el Control de Enfermedades, 2006g). La hepatitis A es una infección relativamente común en los hombres jóvenes homosexuales, especialmente en aquellos que tienen varias parejas sexuales y en los que practican el sexo anal (Des Jarlais y colaboradores, 2003). Más aún, tanto la hepatitis A como la B se transmiten a menudo por medio de las agujas que comparten las personas que consumen drogas inyectadas (Centros para el Control de Enfermedades, 2006g; Des Jarlais y colaboradores, 2003).
La hepatitis B se puede contagiar a través de la sangre o de productos sanguíneos, el semen, las secreciones vaginales y la saliva. La transmisión perinatal de madres infectadas a niños que no reciben tratamiento puede ser hasta de 90% (Centros para el Control de Enfermedades, 2005b). Los cdc recomiendan que las embarazadas se hagan la prueba de hepatitis B (Centros para el Control de Enfermedades, 2002g).
La estimulación manual, oral o genital del ano está fuertemente relacionada con la propagación de este agente viral. La hepatitis A parece contagiarse principalmente por la ruta fecal-oral. Por consiguiente, las epidemias suelen ocurrir cuando las personas que manipulan alimentos no se lavan las manos adecuadamente después de ir al baño. El contacto sexual oral-anal parece ser un modo predominante de transmisión sexual de hepatitis A (Donovan, 2004).
En tiempos recientes, las autoridades sanitarias de Estados Unidos han puesto mucha atención en el virus de la hepatitis que más daños causa a la salud, la C, que es una enfermedad contagiosa en evolución de proporciones epidémicas (Bacon y colaboradores, 2005; Romanowski y colaboradores, 2003a). En los últimos años, ésta se ha convertido en un problema de salud grave a nivel mundial,
y ahora es una de las infecciones virales crónicas más comunes en Norteamérica (Edlin y Carden, 2006). Se calcula que más de 170 millones de personas de todo el mundo tienen hepatitis C crónica —de las cuales, 5 millones están en Estados Unidos— (Edlin y Carden, 2006). Las personas cuyo sistema inmunológico es defi ciente son especialmente vulnerables a la hepatitis C. Un estimado de 15 a 30% de individuos infectados con el vih en Estados Unidos también están infectados con hepatitis C —150 000 a 300 000 personas— (Manns y Wedemeyer, 2004).
Por lo general, la hepatitis C se transmite mediante las agujas con sangre contaminada que comparten las personas que consumen drogas inyectadas (Edlin y Carden, 2006; Hagen y colaboradores, 2006). Otros modos de contagio incluyen transfusión de productos sanguíneos contaminados, contacto
sexual y transmisión perinatal de una madre infectada a su feto o bebé (Murray y colaboradores, 2003; Steininger y colaboradores, 2003). Se puede debatir si la transmisión de la hepatitis C mediante relaciones sexuales sin protección es un factor importante en la propagación de la enfermedad, pero hay evidencias de que algunas infecciones de hepatitis C sí se contagian por vía sexual (Centros para el Control de Enfermedades, 2006; Murray y colaboradores, 2003).
Síntomas y complicaciones
Los síntomas de la hepatitis varían desde su total ausencia, leves síntomas parecidos a una gripe (poco apetito, malestar estomacal, diarrea, dolor muscular, fatiga, dolor de cabeza) hasta una afección incapacitante caracterizada por fi ebre alta, vómito y dolor abdominal grave. Uno de los signos más notables de la hepatitis viral es el tono amarillento de la parte blanca de los ojos; las personas de piel clara puede adoptar un color amarillento o ictérico. Sólo en casos graves se requiere hospitalización. Las infecciones crónicas de hepatitis B o C son un factor de riesgo importante para desarrollar cáncer
de hígado, uno de los más comunes en el mundo (Bacon y colaboradores, 2005; Centros para el Control de Enfermedades, 2006g). Entre 20 y 25% de las personas afectadas con hepatitis C manifi estan un trastorno progresivo provocado por varias complicaciones, incluyendo cáncer de hígado, cirrosis y trastorno hepático terminal que culmina en insufi ciencia hepática (Bacon y colaboradores, 2005; Colgan y colaboradores, 2003).
Tratamiento
No se conoce una terapia específi ca que sea efectiva contra la hepatitis A. Por lo general, el tratamiento consiste en guardar cama y tomar una cantidad abundante de líquidos para evitar la deshidratación. Generalmente la enfermedad transcurre en unas pocas semanas, aunque la recuperación completa puede tardar varios meses en casos de infección grave. La hepatitis B suele atenderse de la misma manera que la A, y también suele transcurrir en pocas semanas. Sin embargo, en ocasiones la hepatitis B se vuelve crónica y persiste más de seis meses. Estas infecciones crónicas se pueden tratar de manera adecuada con varios medicamentos antivirales, como interferón, lamivudina, entecavir y adefovir dipivoxil (Hoofnagle, 2006).
La hepatitis C presenta un problema más serio para su tratamiento. Entre 75 y 80% de las personas infectadas se vuelven portadoras crónicas con un padecimiento relativamente moderado durante varias décadas, el cual no erosiona de manera importante su salud. Sin embargo, para el 20 o 25% que tiene la enfermedad progresiva, el tratamiento activo es esencial para prevenir graves complicaciones y/o la muerte (Manns y Wedemeyer, 2004; Romanowski y colaboradores, 2003b). Una combinación terapéutica con drogas antivíricas, interferón y ribavirina ha demostrado ser relativamente efectiva en el control de la hepatitis C (Han y colaboradores, 2004; Manns y Wedemeyer, 2004).
Desde 1982 ha habido una vacuna efectiva y segura para prevenir la infección de hepatitis B, y en 1995 la Administración Estadounidense de los Alimentos y Medicamentos aprobó otra efectiva y segura contra la hepatitis A. Por desgracia, no existe una vacuna efectiva para la hepatitis C, aunque se están realizando esfuerzos para desarrollar esta herramienta de prevención (Pancholi y colaboradores, 2003). Las personas en alto riesgo de contraer las hepatitis A o la B deben considerar seriamente inmunizarse. Entre estas personas en alto riesgo se encuentran los trabajadores de la salud que están expuestos a la sangre, los consumidores de droga inyectada y sus parejas sexuales, los hombres homosexuales y bisexuales, las personas heterosexualmente activas con varias parejas sexuales, las parejas sexuales o que cohabitan con personas infectadas con el virus de la hepatitis A o B, las personas con enfermedad hepática crónica y el personal militar que trabaja en condiciones de campo (Centros para el Control de Enfermedades, 2006g; Miller y Graves, 2000). Además, los cdc recomiendan que se inmunice a todos los niños contra la hepatitis B.
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